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martes, 4 de diciembre de 2012

Benito Pérez Galdós: A la Manera Viñolesca

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Benito Pérez Galdós.  A la manera viñolesca

“Era aquello…, ¿cómo le diré yo?..., un gallardo artificio sepulcral de atrevidísima arquitectura, grandioso de traza, en ornamentos rico, por una parte severo y rectilíneo a la manera viñolesca, por otra movido, ondulante y quebradizo, a la usanza gótica,…”
(Benito Pérez Galdós “La de Bringas” página 23, Editorial Offset, México 1987)


Influencia de Vignola

“…es la Clerecía de Salamanca (1614-1617), obra de Juan Gómez de Mora, que además de la iglesia viñolesca incorpora…”

 “En Austria y Baviera floreció especialmente el estilo rococó. La abadía benedictina de Ottobeuren (1748-1772), proyectada por Johann Michael Fischer (1692-1766), es tan sólo una de las iglesias, monasterios y palacios llevados a cabo en este periodo en el centro de Europa, entre los cuales también destaca la iglesia de peregrinación de los Vierzehnheiligen (1743-1772) cerca de Banz (Alemania), proyectada por Balthasar Neumann, y el Amalienburg (1734-1739) en el parque del Nymphenburg, cerca de Munich, del arquitecto bávaro nacido en Flandes, François de Cuvilliés.

La arquitectura religiosa en España y Latinoamérica está enormemente influida por la Contrarreforma, y especialmente por la nueva arquitectura de la orden jesuita, cuyo modelo espacial es la iglesia del Gesù en Roma, de Vignola. Una de las iglesias donde esta influencia es más palpable es la Clerecía de Salamanca (1614-1617), obra de Juan Gómez de Mora, que además de la iglesia viñolesca incorpora un patio de tradición monástica. Pero sin duda la aportación más original del barroco español es la acumulación decorativa en los retablos y en algunos elementos murales, como en el hospicio de San Fernando (1720) en Madrid, de Pedro de Ribera.
El arquitecto José Churriguera, y posteriormente sus hermanos Joaquín y Alberto fijaron el llamado estilo churrigueresco, en el que el barroco español da un paso más hasta llegar a la acumulación tridimensional. Entre las obras de mayor envergadura destaca la plaza Mayor de Salamanca (1728), de Alberto Churriguera, que conserva el espacio porticado tradicional en este tipo de espacios urbanos.

A mediados del siglo XVII la influencia española, trasmitida en gran medida por las órdenes religiosas, aparece en las construcciones de la América colonial. Los edificios religiosos heredan las composiciones espaciales jesuíticas, como la iglesia de la Compañía de Cuzco (1651-1668), Perú, proyectada por Diego Martínez de Oviedo, cuyas torres achatadas se imponen para evitar los desastres producidos por los seísmos.


También la tradición ornamental de la península se va a dejar sentir a lo largo de toda Latinoamérica, especialmente en el virreinato de Nueva España (hoy México), donde se inicia una tradición propia que supera a la española en complejidad y dramatismo. Algunos de los ejemplos más admirables de lo que se llamó barroco exuberante son la capilla del Rosario de la iglesia de Santo Domingo (terminada en 1690) en Puebla, o las iglesias de Santa Prisca de Taxco (1748-1758) y la jesuítica del convento de Tepotzotlán (1762, Estado de México), que parece tener ciertas influencias hispano-musulmanas, como la cúpula califal de la capilla de Loreto, o la decoración de azulejos en el interior. Encarta. Fuente:

 Gesu en Roma

1. Viñolesco - Vignola

Lo de viñolesco-vignola  se menciona la Clerecia de Salamanca  influenciada por la iglesia de Gesu-Roma, que es su “modelo espacial” cómo dice parte de la ficha sobre Vignola:

“La arquitectura religiosa en España y Latinoamérica está enormemente influida por la Contrarreforma, y especialmente por la nueva arquitectura de la orden jesuita, cuyo modelo espacial es la iglesia del Gesù en Roma, de Vignola. Una de las iglesias donde esta influencia es más palpable es la Clerecía de Salamanca (1614-1617), obra de Juan Gómez de Mora, que además de la iglesia viñolesca incorpora un patio de tradición monástica.”


La Clerecía es el nombre que recibe el edificio del antiguo Real Colegio del Espíritu Santo de la Compañía de Jesús, construido en Salamanca entre los s. XVII y s. XVIII. Es de estilo barroco. Se diferencia el colegio, con un interesante claustro, y la iglesia, con una impresionante fachada de tres cuerpos. El nombre de Clerecía se debe a una denominación abreviada de su pertenencia a la Real Clerecía de San Marcos tras la expulsión de los jesuitas de España.”

“Las naves se cubren con bóvedas de lunetos con decoración de estuco.”

“El interior de la iglesia es de una sola nave con capillas entre contrafuertes, siguiendo el esquema jesuítico de la romana iglesia de Il Gesú, con cuatro tramos y nave transversal ancha pero que no llega a sobresalir. La construcción está dominada por pilastras de orden toscano con reminiscencias escurialienses. Sobre las capillas laterales se abren balcones para uso de la Compañía. La gran cúpula que ilumina el interior es también obra del arquitecto jesuita Mato, teniendo la misma altura que la nave de la iglesia, 50 m, y reforzada en varias ocasiones debido a su magnitud.

Clerecía de Salamanca

2. «a la manera viñolesca»:  al estilo del arquitecto italiano Giacomo da Vignola (1507-1573).

3. Convento de las carmelitas descalzas.

Todos estos añadidos hechos a una estructura de filiación manierista acusan las nuevas necesidades de culto y el cambio de gusto del que también hace gala la fachada. Su aspecto global refleja enseguida su pertenencia a la orden de santa Teresa: pórtico tripartito y entradas laterales hacia convento y hospedería, escudo sin labrar entre ventanas, hornacina de la imagen titular y aletones curvilíneos atando las calles de ambos lados a la central a la manera viñolesca, coronada por el típico frontón con su óculo. Sin embargo, ahora, en la iglesia compostelana, el rectángulo central, en vez de delimitarse de arriba abajo a partir de la antigua ordenación palladiana de gigantescas pilastras toscanas como en los edificios carmelitas anteriores, se organiza en dos cuerpos; dichas pilastras se acomodan en número y canon a la nueva organización. Un espíritu nuevo parece, pues, imponerse: la horizontalidad triunfa sobre la verticalidad palladiana y se vuelve a la utilización correcta de los órdenes clásicos. Estamos en la última década del siglo XVIII, momento en que el neoclasicismo domina ya en la mayor parte de las edificaciones civiles y religiosas.


Convento de las carmelitas descalzas



4. REVISTA VIRTUAL DE LA FUNDACIÓN UNIVERSITARIA ESPAÑOLA
CUADERNOS DE ARTE E ICONOGRAFÍA / TOMO v-9. 1992

EL MANIERISMO EN LA ARQUITECTURA ESPAÑOLA
DE LOS SIGLOS XVI Y XVII:
LA FASE CLASICISTA (1560-1630)

José Miguel Muñoz Jiménez

…….

“Dicho fenómeno (el manierismo) conoció diversas acepciones en la acogida de la nueva libertad anunciada por Rafael, Miguel Ángel o Peruzzi, definiendo Tafuri hasta cuatro concretas, sin contar con variantes tales como los Manierismos dialectales o el Manierismo erudito internacional: Manierismo licencioso de Romano, Genga, Miguel Angel, Du Cerceau o De L'Orme; el Manierismo académico de Vasari o Ammannatti; el Manierismo serliano (10) y por último el Clasicismo viñolesco, de carácter neutro y basado en la popularización de modelos de progenie sangallesca.

Aunque este autor niegue valor a la reducción viñolesca, a nuestro parecer es la obra de Barozzi y su escuela la que más se aproxima a la expresión hispana del Manierismo clasicista, completada o mejorada por el manierismo "productivo" de la síntesis véneta de Palladio.

Frente a aquellos que niegan la existencia del Manierismo fuera de Italia, finalmente Tafuri afirma que el debate manierista prosiguió en círculos italianos y europeos dentro de un complejo arco de hipótesis (11).

Uno de esos círculos, aunque no lo admitan ciertos autores que manifiestan una concepción excesivamente restrictiva del Manierismo (12), fue el español a lo largo de los reinados de Felipe II y Felipe III. Entonces, después de una fase de intenso experimentalismo serliano, se produjo la sincronía arquitectónica de España con Italia y el resto de Europa en lo que Calzada llamó "contrarreforma herreriana", Bustamante "escuela clasicista", Camón "romanismo oficial" o "estilo trentino", Chueca Goitia "viñolesismo" e incluso G. Kubler "las consecuencias de Herrera" (13).

En síntesis lo que preferimos llamar Manierismo clasicista, estilo general que sin embargo supone la búsqueda de distintas maneras que intentaremos estudiar por separado, correspondientes a dos o tres generaciones de arquitectos que entre 1565 y 1630 desempeñaron una frenética actividad constructiva.



5.-


6. Iglesia y Convento de San Agustín

El edificio está situado entre la plaza del Ayuntamiento  y la Plaza de San Agustín se instaló dentro de la ciudad a principios del siglo XV, aunque la Comunidad Agustina ya tenía su presencia en Dueñas en el Siglo XIII. Su aspecto actual  es el resultado de la intervención de los arquitectos Francisco de Alegría, último tercio del siglo XVI, y de Francisco de Mora y Francisco de Praves (hacia  1609). Es estilo viñolesco, difundido en España por Juan de Herrera, se el componente fundamental de su arquitectura.
La Fachada de la Iglesia es de una sola nave, divida en tres cuerpos por medio de machones, a su vez dividida en tres alturas rematadas por una espadaña.



7. El conjunto responde al estilo plateresco-viñolesco, según Shubert.


En recuerdo
de la visita que guié
a la Casa de Extremadura
de Alcalá de Guadaira


0.Origen

En 1.230 en las afueras de Jerez se libró una batalla entre el infante don Alonso (hermano de Fernando III el Santo) y el reyezuelo moro local Aben Hud. La leyenda cuenta la intervención milagrosa de Santiago y San Miguel auxiliando a las tropas cristianas, que, muy inferiores en número, lograron una victoria completa.

En el lugar había una ermita que más tarde Alfonso X el Sabio, en agradecimiento, dedicó a la advocación de San Miguel, reservando la de Santiago para otra ermita que había en el camino de Sanlúcar.
















Un siglo después, tras la batalla del Salado y el fin de la amenaza musulmana, la población creció fuera de las murallas originando arrabales junto a dichas ermitas, las cuales acabaron siendo sustituídas por iglesias parroquiales.

1.La fachada

La abigarrada torre-fachada, compuesta de cuatro cuerpos, fue levantada entre 1.672 y 1.701 por Diego Moreno Meléndez, jerezano al que también se le debe lan traza y primera dirección de la catedral.


El primer cuerpo, que forma pórtico con arco de medio punto, lleva columnas dóricas pareadas de estilo barroco colonial y, en los intercolumnios, esculturas de los Padres de la Iglesia; el interior, decorado con el mismo criterio, contiene imágenes de los Evangelistas (debidas, como aquéllas, a Francisco Gálvez, autor también de las esculturas de la fachada de la iglesia de la Cartuja y del retablo de la Merced).

El segundo cuerpo presenta dos columnas corintias ornamentadas y jarrones barrocos;

el tercero lleva unas pilastras empotradas y el cuarto es la torre polígona con roleos y chapitel de azulejos (Fernández Lira quiere verlos con estilo recubista)
















El conjunto responde al estilo plateresco-viñolesco, según Shubert.

8. Reglas de Arquitectura

Durante el siglo XVI se afianza el conocimiento del clasicismo arquitectónico, y la obra de Donato Bramante y Rafael Sanzio lleva al Renacimiento a su plenitud. Sin embargo, Bramante no deja escrito ningún tratado, y su influencia, junto con la de Rafael, será recogida por Peruzzi, Sangallo y Serlio. De los tres, es este último el único en escribir un tratado, aun cuando su producción arquitectónica es bastante pequeña. La obra de Sebastián Serlio (1475-1554), al igual que la de Iacopo Barozio de Vignola será muy influyente en la búsqueda de mecanismos compositivos de asimilación fácil. Ambos tratados representan la intención de dar una explicación sistemática a los fenómenos arquitectónicos clásicos, y dar un conjunto de reglas que, una vez superado el entendimiento de Vitruvio, permitan aunar la aplicación práctica de sus teorías con la inspiración tomada de la multiplicidad formal de las obras clásicas

Portada de la Regla de los Cinco Órdenes de Iacopo Vignola. Edición de Roma de 1562

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